Soy de aquellos hinchas que crecieron sin fútbol en Valdivia. Nací en 1988 y recuerdo claramente un día de invierno en 1996, cuando me pregunté por qué Osorno estaba en el fútbol profesional y Valdivia sólo albergaba “mundialitos” en el mes de enero.
Mi padre me explicó que Valdivia fue el primer grande de la Región de Los Lagos, jugó en Primera División y cada semana llenaba su estadio. Pero las deudas y una nefasta administración nos dejaron en la ruina y jugando en Tercera División.
Así crecí, añorando ver a Valdivia en el fútbol de honor. Sólo me conformaba con ver a mi ciudad en el sitial que correspondía. Sabía que era difícil, aunque me aferré a una máxima: “Si dices que anhelas las cosas con amor y esperanza, se hacen realidad”. Y así fue.
Retomamos la senda al éxito con el Apertura 2006, pero no fue suficiente para ascender a la Primera B. En 2007 vi un equipo sólido que se diluyó tras un robo en nuestra propia casa. Aún así fuimos dignos, como toda la vida, nos levantamos y no pudimos subir en 2008. Más en 2009 tropezamos de mala forma. Tocamos fondo y si no fuera por la hinchada más noble de nuestro fútbol, los que amamos a Deportes Valdivia yo no estaría escribiendo esto.
Y si se tocó fondo es lógico volver a la superficie. Y Valdivia hizo eso. Porque tras un año sin triunfos, recuperamos la esperanza en un épico partido contra la Academia Samuel Reyes. Era la Tercera División B, el escalón más bajo de nuestro fútbol. Lo pudimos sortear con paciencia y disciplina… y vaya que costó.
Ante Ferroviarios, el 2011, desahogamos un grito guardado en nuestras gargantas durante dos años. Salimos del “infierno” del fútbol chileno y para conseguirlo luchamos en cada partido.
En el crisol de la Tercera B nuestro amor por Valdivia creció el doble y la identidad con nuestros colores fue más clara. Hoy somos un ejemplo para otras ciudades que ven desaparecer sus clubes, con la reacción tardía de sus fanáticos.
Cuando grité el cuarto gol, pensé en el llanto del descenso de 2009, el esfuerzo que los hinchas realizamos para que no desaparezca Deportes Valdivia en 2010. Recordaba la refundación del club y las historias que el Parque Municipal podría contar de nuestro “Torreón” en los años ’80. Eso me hace sentir orgulloso de ir al estadio. Me recuerda a los colores que hoy me hacen sentir más valdiviano que nunca y disfrutar el regreso al profesionalismo.
¡Viva Deportes Valdivia! ¡Viva el Torreón!
Pablo Delgado Agoni
Periodista
Periodista